Con la pobreza, la delincuencia, la explotación laboral, la contaminación del ambiente y la corrupción política, la paz será solo una posibilidad y los reclamos de la población, una constante.
Por Paola Celi. 31 enero, 2023. Publicado en Correo, el 29 de enero de 2023.Perú vive una de sus más grandes crisis de los últimos años. En este contexto, todos anhelamos la paz, pero ¿qué tan difícil es conseguirla?
La paz se construye y se mantiene con base en el bienestar de la población. Sin embargo, diariamente estamos expuestos a la violencia, la frustración y la injusticia; por lo que no debe sorprender que los ánimos se exacerben y que surjan las protestas.
Por mencionar algunos ejemplos: hay aproximadamente un 25.9% de la población que sufre pobreza y un 4.1%, pobreza extrema (datos del INEI, 2022). Ya hace un año, la pesca viene siendo afectada por el desastre ecológico de Ventanilla: derrame de 12 mil barriles de petróleo en el mar peruano. La criminalidad y la inseguridad ciudadana están en ascenso: robos a mano armada, extorsión, trata de personas, violencia familiar, violencia sexual. Hay un creciente rechazo a los candidatos a cargos públicos con historiales de corrupción, a las autoridades que se enriquecen ilícitamente y que sirven a intereses minoritarios.
Con la pobreza, la delincuencia, la explotación laboral, la contaminación del ambiente y la corrupción política, la paz será solo una posibilidad y los reclamos de la población, una constante.
Comprender las causas de la convulsión social no es justificar la violencia, tampoco es negar que entre las protestas legítimas se infiltran intereses peligrosos. Comprender permitirá a los políticos atender las necesidades urgentes del país y, quizá, evite que llamemos azuzador, o peor aún, “terruco” a todo peruano que se atreva a protestar por sus derechos.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.